A la orilla del Ganges, fotografías de Varanasi

Hombre mirando al Ganges

El Ganges es una mancha marrón que deambula parsimoniosa entre dos orillas. A un lado hay una especie de isla desértica donde solo hay turistas, camellos que dan paseos a turistas y algunos eremitas que no se sabe si son de verdad o si forman parte de las atracciones turísticas. A este otro lado, los edificios, algunos muchos más antiguos que los recuerdos de los hombres y las mujeres más viejos, conviven con hoteles, tiendas, montañas de leña para quemar a los muertos y gente que vende cosas cuya utilidad nunca entenderemos del todo los que nos criamos en ese incierto lugar que llamamos civilización de Occidente. Varanasi es una ciudad compleja, llena de ruidos, de coches, de pitidos de motos, del olor sulfuroso de la gasolina mal quemada por motores horribles, de ojos blancos y ceños fruncidos que miran fijamente a los que no somos indios. Varanasi una ciudad de la India en el estado más puro, una ciudad como decenas, o cientos. Sin embargo, tiene eso especial que la hace una ciudad única. Es el Ganges, sus aguas marrones, sus aguas sagradas, las escaleritas para bañarse en sus aguas, hacer ofrendas y purificarse, o al menos eso es lo que hacen los indios. Nosotros nos quedamos a dos palmos por miedo a rozar siquiera unas aguas que por lo que nos dicen están entre las más contaminadas del mundo.

He visto personas mirando fijamente durante horas al Ganges, sin moverse prácticamente del sitio. Cuando ves pasar el Ganges desde Vararasi te das cuenta de la relatividad del tiempo. Aquí se para. Y, la verdad, no hay mucho más que contar.

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