El britpop está de moda. Será porque los 90 son retro, o porque el universo es cíclico (como dicen los chinos), o porque muchos que antes lo odiaban (era lo que tocaba, es decir, la pose) ya pueden quitarse la careta de declarar su amor incondicional a las melodías frescas y ñoñas. O, sencillamente, porque a los cuarentones que hace veinte años teníamos eso, veinte años, hay que seguir vendiendo camisetas, DVDs y entradas a festivales y conciertos. Sea como sea, nunca está mal echar la vista atrás y ser capaces de escuchar, con oídos nuevos y saltándose los prejuicios que había entonces, grupos y discos maravillosos que, sin inventar nada, sin ser originales (ni, desde luego, pretenderlo) dieron lugar a joyas de las que hacen mover el cuerpo y poner la piel de gallina a más de uno.
Aquí os dejo 10 nombres propios. Son solo 10, pero podrían ser muchos más. Me he dejado en el tintero a mis queridos Crispian Mills, Gaz Coombe, Johnny Greenwood, Ian Broudie y tantos otros. Sin embargo, he elegido a los que considero que dieron más brillo, fueron más representativos, duraron más tiempo o, sencillamente, dieron una cosecha más grande.
1. Noel Gallagher
Sí, amigos. El grande de la saga Gallagher es sin duda eso, el más grande. Nos puede gustar más o menos, podemos decir que sus letras muchas veces rozan la estupidez, podemos odiar una buena parte de su repertorio por machacón e incluso reconocer que «el otro» (véase el #2) fue más original, que fue capaz de mirar más lejos, que evolucionó, lo que queramos. La realidad es que el bueno de Noel, cuando se pone, y sobre todo, cuando le sale, tiene la capacidad de crear auténticas joyas, algunas íntimas y otras de las de desgañitarse en un estadio. Y durante algunos años le salían casi sin intentarlo.
2. Damon Albarn
«El otro» tuvo solo un problema: un ego más grande incluso que su propia capacidad como compositor y músico. Él solito creó uno de los grupos indispensables no solo del «no-movimiento» (es decir, del britpop), lo llevó a las cimas de las melodías y arreglos, lo metió de lleno en el «indie» y le dio ese áurea arty y cultureta, sino que, además, se cargó el grupo cuando le dio la gana con sus devaneos solistas y su dictatorial forma de entender la banda.
3. Paul Weller
En realidad, el bueno de Weller no hizo más que uno (o dos) discos dentro de la maraña britpopera. Sin embargo, su presencia en el pódium está más que justificada por su influencia, su capacidad de ejercer, a la vez, de catalizador y onda expansiva de otros grupos. Admirador (y admirado por) Blur y Oasis, con piropos y colaboraciones mutuas y cruzadas, el «modfather» sigue siendo un icono sin el cual aquellos felices años noventa no hubieran sido los mismos.
4. Jarvis Cocker
En realidad, Jarvis Cocker es posiblemente el más grande. El mejor letrista (sin duda), el más carismático, el más excéntrico, el líder indiscutible de la mejor banda (musicalmente hablando) y el creador de la obra maestra (Different Class) de la época. Le faltó solo un poco de continuidad, es decir, de recorrido. El grupo de amigos del cole de una ciudad pequeñita con el que montó Pulp fue creciendo hasta conseguir una música excelsa, llena de recursos, de matices y de historias contundentes y unos conciertos memorables, pero el marketing quiso que otras bandas tomaran la delantera.
5. Brett Anderson
Reconozco que tengo una especial debilidad por Suede. Fui de los que alucinaron con su primer single, veía compulsivamente sus primeros vídeos y se dormía y despertaba escuchando sus temas. Brett fue un cantante privilegiado, un compositor sensible y romántico y a la vez repleto de vigor y un líder (otro más) lleno de carisma. Pasó del glam al pop sin despeinarse, aunque después se perdió en discos sin mucha chicha y «pasó de moda». Escuchar Coming Up y, sobre todo, Dog Man Star sigue siendo toda una experiencia.
Seguimos este repaso en el siguiente artículo.
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